Pasa forzosamente por el conocimiento de uno mismo; por consiguiente,
para desarrollar en le niño y el adolescente una visión cabal del
mundo, la educación, tanto si la imparte la familia como si la imparte
la comunidad o la escuela, primero debe hacerle descubrir quien es. Sólo
entonces podrá realmente ponerse en el lugar de los demás y comprender
sus reacciones. El fomento de esta actitud de empatia en la escuela será
fecundo para los comportamientos sociales a lo largo de la vida. Así
por ejemplo, se enseña a los jóvenes a adoptar el punto de vista de
otros grupos étnicos o religiosos, se pueden evitar incomprensiones
generadoras de odio y violencia en los adultos. Así pues, la enseñanza
de la historia de las religiones o de los usos y costumbres puede servir
de útil referencia para futuros comportamientos.
Por último, la forma mismo de la enseñanza no debe oponerse a ese reconocimiento del otro.
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